Cuentan los mitos que hace mucho, mucho tiempo, en un día de verano, un pícaro héroe llamado Martintxiki, consiguió robar a los Basajaun mediante tretas, unas semillas de trigo en sus botas, y que los espió para conocer cómo y cuándo sembrarlas. Y no sólo eso, también se cuenta, que Martintxiki se hizo con los secretos de la arquitectura, música, agricultura, herrería y la vida sedentaria de los Basajaun. Estas historias del etnógrafo Aita Barandiaran, recogidas en Ataun, nos da a entender el origen de la agricultura en Gipuzkoa y de cómo los pastores neolíticos comenzaron, en un momento dado, su primera revolución y conversión en labradores y recolectores, gracias a la siembra del cereal mediterráneo y la llegada de nuevas técnicas de carpintería y herrería. Desde esos albores del tiempo, las familias vascas viven como unidades autónomas, asociadas a unas economías de subsistencia basadas en la producción de la agricultura, el comercio y la ganadería, hasta desembocar en un nuevo punto de inflexión en la Europa del S.XVIII, que fue la revolución industrial, el momento de transición que dio fin a muchos siglos de trabajo manual y al transporte de tracción animal.
Pero
volviendo a esas épocas remotas, y dejando a un lado las leyendas y los mitos,
podemos situar el concepto del baserri, como unidad de producción,
en los siglos XII y XIII, donde comienzan los nombres reconocidos por
las autoridades locales y que permanecerán invariables hasta nuestros días.
Estos nombres no hablan todavía del caserío como edificio con entidad
propia, (que no nacerá como tal hasta el S XV), sino de instituciones
económicas, en las que vivíamos los vascos, asociadas a pequeñas y
precarias construcciones de tabla, repartidas por las parcelas, que
servían para el lagar, los graneros y las pocilgas... El baserri como
edificio autónomo que recoge todos esos usos repartidos, nace
gracias a la ciencia de los maestros trazadores europeos, allá por
el XV, transformándose en una serie de bellas y únicas construcciones
góticas de cal y canto.
Con el taller Garai Hartan, tratamos de explicar la evolución de este fenómeno
de la arquitectura popular que puebla aun nuestros valles,
fijándonos sobre todo en el cambio de usos y la adaptación de los
programas a lo largo de los siglos hasta nuestros días. En base a esquemas en dos dimensiones, explicamos la distribución de usos y su evolución en el tiempo en la planta de Igartubeiti, para adentrarnos juntos en la construcción colectiva de una maqueta del caserío y sus habitantes.
Desde aquí queremos agradecer a la organización, el detalle con que cuidaron a los nin@s del taller y a nosotros mismos, y felicitamos al Caserio-Museo Igartubeiti por la búsqueda constante de contenidos interesantes y temáticas relacionadas con la transmisión de su patrimonio vivo a los más pequeños!
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