¿Puede ser el aire, el mínimo común denominador entre el espacio construido y el sonido de una canción? ¿Existen más nexos que se escapan a la comprensión, a veces obtusa, de los mayores? Con este último taller de arquitectura y música, Maushaus halló, en la colaboración con la gran banda Naica, el gozo por compartir experiencias con los más pequeños y la viveza del aprendizaje lúdico, en la búsqueda de la armonía.
Contar con la colaboración de una veintena de niñ@s, la pasión por la musicalidad de nuestros amigos hondarribitarras y la gracia del espacio del foyer del gran kubo del Kursaal, sirvieron para corroborar algunas hipótesis y revelarnos el talento contenido en estos paqueños seres. La libre imaginación de los talleristas, fue necesaria para comprender algunas ideas comunes, entre el lenguaje arquitectónico y el musical, en este caso, en clave de jazz.
Así, arropados en el espacio, por las infinitas variaciones musicales de un clásico standart de Jazz, como, Summertime de Gerswim, comenzaron los asistentes al taller una serie de dibujos sobre cartoncillo, sin saber exactamente lo que les venía encima. Reseñaron desde lo más evidente hasta lo más sutil, repararon en los ritmos de la estructura y las particiones de los vidrios de la doble piel, dibujaron a los músicos y hasta les llamó la atención la señalética que para eso está. Después se hicieron todo oídos con la explicación de Naica, acerca de la composición y su símil pastelero, donde ritmo, melodía y armonía construían la receta de una buena canción.
A partir de este punto, se produjo la tripartición de los txikis en tres grupos, correspondientes al ritmo, a la melodía y al ruido. Todos pasaron por los recintos sonoros, que previamente encintamos a lo Dogville, rotando de un lugar al otro, hasta armar en sus cabezas el tema de jazz, que habían escuchado. Armados con martillos de reflejos, baquetas de baterista, escobillas y demás cacharrería, ensayamos los ritmos; sacamos de su propia voz las melodías y para desconcierto del concierto, utilizamos sus dibujos como partitura para tocar algunas notas chirriantes que enriquecieran el tema.
A través de los diferentes aspectos de la música, se pusieron en valor, aquellos de la arquitectura, y esta vez, si que hubo un resultado final, que los talleristas pudieron mostrar a sus familias y amigos, en un concierto final, que superó las timideces y llenó el espacio_sonoro de voces infantiles, para una hermosa versión del summertime, que duró lo que los músicos generosamente nos ofrecieron, y que, al terminar los aplausos y la reververación, nos dejó a todos un feliz la, lá, lá, con sabor de jazz. Gracias a todos por vuestra colaboración y buen verano!
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Contar con la colaboración de una veintena de niñ@s, la pasión por la musicalidad de nuestros amigos hondarribitarras y la gracia del espacio del foyer del gran kubo del Kursaal, sirvieron para corroborar algunas hipótesis y revelarnos el talento contenido en estos paqueños seres. La libre imaginación de los talleristas, fue necesaria para comprender algunas ideas comunes, entre el lenguaje arquitectónico y el musical, en este caso, en clave de jazz.
Así, arropados en el espacio, por las infinitas variaciones musicales de un clásico standart de Jazz, como, Summertime de Gerswim, comenzaron los asistentes al taller una serie de dibujos sobre cartoncillo, sin saber exactamente lo que les venía encima. Reseñaron desde lo más evidente hasta lo más sutil, repararon en los ritmos de la estructura y las particiones de los vidrios de la doble piel, dibujaron a los músicos y hasta les llamó la atención la señalética que para eso está. Después se hicieron todo oídos con la explicación de Naica, acerca de la composición y su símil pastelero, donde ritmo, melodía y armonía construían la receta de una buena canción.
A partir de este punto, se produjo la tripartición de los txikis en tres grupos, correspondientes al ritmo, a la melodía y al ruido. Todos pasaron por los recintos sonoros, que previamente encintamos a lo Dogville, rotando de un lugar al otro, hasta armar en sus cabezas el tema de jazz, que habían escuchado. Armados con martillos de reflejos, baquetas de baterista, escobillas y demás cacharrería, ensayamos los ritmos; sacamos de su propia voz las melodías y para desconcierto del concierto, utilizamos sus dibujos como partitura para tocar algunas notas chirriantes que enriquecieran el tema.
A través de los diferentes aspectos de la música, se pusieron en valor, aquellos de la arquitectura, y esta vez, si que hubo un resultado final, que los talleristas pudieron mostrar a sus familias y amigos, en un concierto final, que superó las timideces y llenó el espacio_sonoro de voces infantiles, para una hermosa versión del summertime, que duró lo que los músicos generosamente nos ofrecieron, y que, al terminar los aplausos y la reververación, nos dejó a todos un feliz la, lá, lá, con sabor de jazz. Gracias a todos por vuestra colaboración y buen verano!
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