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Con los talleres "Materia", durante este mes de agosto, hemos brindado un homenaje a la obra del pintor Juan Luis Goenaga, autor de la magnífica estampa del cartel de la Quincena Musical de este año 2018, a través de la elaboración colectiva, de tres lienzos de gran formato, con niñas y niños de diversas localidades guipuzcoanas.
La obra del maestro tiene siempre a la materia como un elemento fundamental, que él sabe explorar y dirigir, y con la se expresa con acierto a cada lienzo. Cada uno de ellos es como un viaje aventurero, donde se conoce el punto de partida y no tanto el destino final al que se va llegando y equilibrando! Este modus operandi, conecta mucho con la manera intuitiva de adentrarse en el color que tenemos en la infancia, y  que ayudados por una buena secuencia en los procesos de trabajo y libres de una intervención de los adultos, nos llevan casi siempre a unos resultados plásticos inimaginables!
Antes de abordar cada gran lienzo, y a la manera en que las inventoras del arte parietal hiciesen en algunas cuevas Argentinas, tratamos de vincularnos colectivamente en torno a un pequeño ritual iniciático, donde cada participante plasmase su presencia con color y forma, dando pie a un mural de manos, de connotaciones tribales y grupales, que a la par de servir para soltar la timidez inicial, nos aproximó a las materias coloreadas con las que habríamos de operar después.
La obra de referencia de Goenaga, es muy efectiva en la expresión de los trazos del lienzo y es muy abundante en materia y color. Traduce al contemplarse su gusto por lo esbozado, y transmite el gran valor que tienen la textura, el azar y la mancha, para transportarnos automáticamente a un paisaje abstracto de monte, lleno de sugerentes luces y sombras. Es una obra muy orgánica que expresa un orden de la naturaleza del que no podemos escapar, bien porque formamos parte de ella y la vemos, bien porque el autor, como en un intento de regreso a la caverna, consigue con sus manos acercarnos a los seres de la naturaleza. Su obra subsana el paradójico efecto que tuvieron nuestros primeros trazos paleolíticos en el periodo magdaleniense. Intentando aproximarnos a estos seres, representándolos fielmente, nos distanciamos de ellos, del mismo modo que, como pasó con la música y habla, o con el arte y la danza, nos hicimos más humanos y menos primarios.


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Así pues, para garantizar esa espontaneidad de gesto, en nuestra trilogía informalista a Goenaga, hizo curiosamente falta la introducción de una sola ley para funcionar libremente. Una estricta regla en apariencia: no realizar formas concretas al iniciar los esbozos con los carbones sobre el gran lienzo. Una pauta que nos restringía pero que nos abría la puerta al disfrute, trayendo gestualidad y verdadero movimiento a los trazos de las 3 pinturas. En lugar de comenzar nuestra pintura por un significado concreto, a partir de un momento, dejamos que pensasen nuestras manos y pies por nosotros, fluyendo casi de manera animal por entre la materia, para ir construyendo los signos que alcanzarían el sentido, con el título final. La secuencia de trabajo fue sencilla, imprimamos los tableros para convertir la madera en lienzo, esbozamos con carbones las líneas base, creamos sobre ellas con masa las formas y las texturas dejándonos llevar por las manos, y por último, sustituyendo los habituales pinceles, por piedras plumas, estopa y palos, aplicamos las mezclas de óxidos coloridos para pintar la superficie asegurando espacios para respirar. Por fin, con las últimas correcciones, dimos fin al arte colectivo. Sólo quedaba observarlo y hacer una lectura del gran lienzo (1200x2700mm) para establecer el arriba y abajo del asunto, resignificar los trazos en símbolos, y dar con un título acorde a las formas. 
Aprendimos durante todo el trabajo, de la importancia de tomar por momentos distancia al lienzo y de salirnos unos instantes del espacio pictórico para su correcta observación. De disfrutar, de como movernos por el lienzo sin enclavarnos en un solo punto rotando posiciones, y de no perder nunca la perspectiva general de nuestro paisaje durante la creación. Y sobre todo, de la importancia de saber mensurar las cantidades de color en su puesta en escena sobre el lienzo abstracto. En este arte grotesco de tintes paleolíticos, cuando se toma distancia y se propone el título, sorprendentemente se redibuja el espacio con el significado propio de sus símbolos. Los vacíos y los llenos adquieren valor propio y visualizamos algo que una vez entendido es difícil de eludir. Nosotros además, como recuerdo del taller, fragmentamos la pintura en 27 partes. Donde cada trozo tenía a pesar de sus caóticas formas, un título propio, siendo claramente para los niños y niñas, parte integrante de un todo. Como piezas de un pizzle de paisaje, pero con entidad autónoma. 
Afortunadamente, tuvimos en una de las intervenciones en Zumaia, la suerte de contar con la presencia de Juan Luis Goenaga, al que agradecemos que, desde una posición respetuosa y placentera con el trabajo de los pequeños, estuviera bien atento a cada paso que dimos, ayudándonos a solventar cada pequeño escollo con que nos encontramos en el camino, aportando soluciones al momento, como cuando en un instante nuestros carbones de barbacoa no pintaban mucho y él supo sustituirlos por sus propios carbones que siempre tiene a mano!


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Pues bien, de la misma manera que Juan Luis, brinda su mirada a la naturaleza que le rodea, y de la que extrae su cotidiana inspiración y musicalidad, sin intelectualizar el hecho pictórico, nos hemos adentrado con nuestras manos en el espacio sacro de la pintura, aquel que comenzó en las cavernas de Ekain, y al que como dice el autor: "podemos cada uno aportar algo más". De esta manera intuitiva, nuestra pintura colectiva se ha podido expresar con sustancias empastadas sobre bases densas, con pigmentos tierra y colores que recuerdan a gotas, aire, fuego, hierba, ramas o raíces.

Hemos tratado lo concreto de lo abstracto y nos hemos dejado llevar por la musicalidad y el color en la celebración didáctica que nos aguarda en la naturaleza viva de nuestro entorno.

Con estas palabras además, queremos agradecer a la organización de la Quincena Musical y a las familias, por confiar en nuestro trabajo, y a todas las instituciones colaboradoras, que amablemente nos habéis hecho un hueco en vuestras instalaciones, y os habéis dejado "manchar" con la fabulosa materia colorista de las manos y pies de los pequeños participantes que se han acercado estos días. Mila esker denoi!

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