Durante 4 mañanas de agosto hemos tenido el placer y el honor, de impartir una serie de talleres para conocer de primera mano, la
obra del escultor Eduardo Chillida, mediante el estudio y la
observación directa de sus obras en el Museo Chillida Leku y la obra pública
en la ciudad de San Sebastián, así como la práctica de algunas de
las técnicas utilizadas durante su extensa carrera.
Los participantes pudieron acercarse a su obra mediante el dibujo, el collage en papel, la
tinta, el barro y la escultura compuesta a partir de unidades. Entre todas y todos, experimentamos con la materia,
el espacio y el vacío.
Una
curiosidad cuasi-febril llevo a Chillida a preguntarse repetidas
veces, por la fuente inagotable de la que emanaban las olas y el
viento, para azotar persistentemente la ciudad, a cada vez que se
asomaba a contemplar por la ventana. Hasta consolidar las obras de la
plaza del Tenis, durante largos 20 años soñó con tratar de
contener (o al menos filtrar entre los dedos de la mano), ese soplo
infinito y potente de aire, protegiendo ese flanco por medio de
esculturas. Primero con la idea de una sola mano, luego dos y
finalmente tres peines, Eduardo Chillida nos regaló a tod@s una
triada de manos al viento, que resisten a la vez que rematan la
ciudad en su extremo occidental.
Para celebrar este paradigmático conjunto, el primer día dedicamos esfuerzo y
diversión tratando de hallar el vacío que contienen nuestras manos
y esta práctica de aproximación a la temática, a través del
apunte y el dibujo, se entendió como rutina a lo largo de la semana.
Repasamos con plantillas de madera y cartones, la evolución desde
sus orígenes, (casi a la par del encargo de las puertas de la
basílica de Arantzazu), de estos peines del viento que llegaron
destilados a nosotros en el espacio público, en su versión nºXV.
La
segunda sesión estuvo orientada hacia lo corporal, basándonos en
otra escultura que puebla el imaginario colectivo de los donostiarras
y que está situada en el punto de inflexión entre la playa de
Ondarreta y la de la Concha. Por discreta que resulte aparentemente
esta estela frente al mar, el abrazo eterno a Ruiz Balerdi, encierra
misterio a la vez que desnuda en las formas, el alma dúctil del
acero caliente que caracteriza buenas de sus obras, conectando las
técnicas primitivas de la herrería y su forja con la tradición
moderna que podría relacionar esta obra directamente con el beso de su
amigo Brancusi y a su vez este con la impresionista talla directa del
atardecer del fauno de Gauguin. Eduardo Chillida desarrolló un
lenguaje y una sintaxis propia desde la escucha atenta a los
materiales, manteniendo siempre su simplicidad abstracta y sensible,
sin tener que recurrir a arcaicismos estilísticos.
La
materia que empleamos para ejemplificar y recrear la fusión en ese
abrazo tierno y cálido, fue el barro, y nuevamente el apunte de
persona, sirvió de adecuada aproximación al tema corporal que ha
de entenderse para buscar su abstracción.
Al hilo de las estelas en el
espacio público, el tercer día fue dedicado al propio homenaje a
Fleming que encargó el Ayuntamiento de San Sebastián a la muerte
del descubridor de la penicilina, y que constituye en palabras de
Maria Schmidt si no la primera, una de las primeras piezas de
carácter abstracto instaladas en el espacio público de España,
allá por 1955.
Este hito de carácter
granítico, de secciones cuadráticas y de aristas y vértices bien
definidos, vuelve perfilado a la idea del primer Ilarik, que surgió
del fuego de la forja de Hernani, a su vuelta de Paris. El homenaje a
Fleming transmuta la estela primera en piedra y mediante del sonido
martilleante del cincel, rebotando en las caras de cuarzo feldespato
y mica, Chillida descubre nuevos sonidos para homenajear a Alexander
Fleming.
Por
último, el cuarto día trató en torno a la tercera versión de
“Buscando la luz”, que metafóricamente ya apela en su título, a
la búsqueda del conocimiento, y al insaciable hambre del saber
humano. Este conjunto de formas de acero corten, nos evoca a una
pequeña agrupación de megara griegos que dialogasen con el sol y
entre ellas mismas, rodeando un centro común. Estas tres graciosas
arquitecturas en su parte aérea, buscan recoger y albergar la luz
del sol elevando superficies como ajenas al peso. Por debajo, como en
toda buena arquitectura, se produce el juego de sombras, donde tres
estables cobijos encaran sus cavidades de entrada, estableciendo una
relación autónoma como en la tríada de Rubens (3gracias) o en las
señoritas cubistas de Avignon.
A
través del estudio de esta obra final (1997) accesible a su estudio
en el parque, reflexionamos con papeles y cartones acerca de la
cuestión estética de la gracia y de como esas monumentales masas de
acero pueden escapar al ojo, produciendo inexplicablemente ligeras
sensaciones.
Así la espacialidad, la
abstracción geométrica y la modernidad con que Chillida crea sus
obras sin renunciar a los saberes y las técnicas ancestrales para
conectar con la tradición del arte y los oficios, los materiales del
entorno y la identidad local de carácter universal, dieron de sí para ocupar, la mañana del último día entre líneas de tinta negra
y pliegues de papel.
Ahora, quisiéramos agradecer al Museo Chillida Leku por la confianza en nuestro trabajo y la amable invitación de impartir estos talleres en los que hemos disfrutado tanto.¡Hasta muy pronto!
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